Unos 5,5 millones de personas dejaron Ucrania por la guerra con Rusia, según la Agencia de la ONU para los Refugiados, ACNUR. En su mayoría, huyeron a Polonia (más de 3 millones) y a otros países de Europa del este.
Ningún país latinoamericano figura entre los principales destinos de los refugiados. A Brasil llegó una pequeña minoría: el ministerio de Relaciones Exteriores otorgó hasta el jueves pasado 141 visas humanitarias.
Se encuentran principalmente en ciudades de Paraná (sur), donde vive la mayor comunidad de ascendencia ucraniana en Brasil; Minas Gerais (sudeste) y Sao Paulo (este).
«Extrañamos Ucrania, pero aquí nos sentimos bien y seguros, sentimos amor», dice a la AFP Ihor Nekhaev, de 62 años, el único hombre adulto del grupo en Sao Jose.
El gobierno ucraniano prohibió la salida a los hombres de entre 18 y 60 años. Entre ellos, a su hijo mayor, Nikolai (40), quien era distribuidor de agua mineral y ahora rescata personas y recoge cuerpos en zonas álgidas del conflicto.
«Sentimos miedo por él», dice Svetlana (60), esposa de Ihor, vestida con una pieza de algodón gris que recogió de entre las donaciones.
Las noticias sobre la guerra ocupan la pantalla en la sala del apartamento donde la pareja se instaló junto a una hija y dos nietos adolescentes, abstraídos en sus teléfonos celulares.
«Pensamos en volver cuando todo acabe, pero no sabemos si tendremos un lugar adonde volver. La región de Donetsk (este), donde se encuentra nuestra ciudad, está siendo destruida», lamenta la mujer.
El matrimonio ya había dejado su casa en 2014, en medio de una insurgencia separatista. Como aquella vez, se resignan a esperar.
«Cada día trae algo nuevo y un aprendizaje interesante», dice Svetlana, esperanzada en que «la guerra acabe pronto y Ucrania se recupere para ser mejor».
Ihor asiente. Sorprendido por el país de acogida, se siente fascinado por los colores del carnaval celebrado recientemente.
«Siempre llevaré a Brasil en mi corazón», afirma.